Goeritz en Guadalajara
Mathias Goeritz vivía en España cuando fue invitado por Alejandro Rangel Hidalgo e Ida Rodríguez Prampolini a formar parte del cuerpo docente de la recién fundada Escuela de Arquitectura, en Guadalajara, México.
El artista acepta la invitación y se traslada a la Perla Tapatía, a donde arriba en 1949. En esa institución educativa imparte Educación Visual, la cual dejó profunda huella en el quehacer de su alumnado porque se trataba de una materia que no existía hasta entonces y cuyos resultados se han hecho presentes en la arquitectura y el diseño a lo largo de décadas.
Su estancia en la ciudad no pasó desapercibida dada su consabida inquietud cultural. Un ejemplo de este afán innovador fue la fundación de la galería Arquitac, mediante la cual pone en contacto por primera vez a la población tapatía con obra de artistas tales como Henry Moore, Paul Klee, Arshile Gorky, Joan Miró, Vasily Kandinsky y Pablo Picasso, entre otros.
Tanta vanguardia suya también provoca malestar entre los círculos más conservadores. Goeritz había iniciado en esta ciudad su propia educación escultórica bajo la guía de Romualdo de la Cruz. Una muestra del rechazo que provocó se da con su Monumento a José Clemente Orozco, que fue calificado de irreverente y le valió diversos insultos. Se trataba de una pieza de madera, que se enmarcaría en la línea de sus conocidos bules. Había una réplica de ella realizada en piedra volcánica en el Museo Nacional de Arte Moderno, en la Ciudad de México (imagen superior).
Otra pieza de esa época es Mujer barroca y estática, hecha en madera de parota entre 1949 y 1952, predecesora de sus angulosas esculturas en metal, sus serpientes.
En medio de los altibajos de su quehacer artístico, emprende una fructífera amistad con Luis Barragán y con Chucho Reyes Ferreira.
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